Crescendo Del Corazón Cap.7

“Vaya, vaya, así que este es el noviecito de mi hija”, dijo en tono despectivo, haciendo énfasis en la palabra “noviecito”. Su aliento olía a alcohol, y su mirada estaba nublada por los efectos de la bebida.

Ana se tensó, preocupada por la reacción de su padre. Clara, aunque visiblemente molesta, mantuvo la compostura y se acercó a Manuel. “Manuel, no es el momento ni el lugar para esto. Están los niños aquí y queremos disfrutar de la tarde en familia.”

Manuel soltó una risa burlona. “Familia, ¿dices? Desde cuándo te importa la familia, Clara. Siempre ocupada trabajando.”

Clara suspiró, intentando mantener la calma. “Hablemos de esto en privado, por favor.”

Noah, sintiendo la tensión en el aire, se levantó con respeto y extendió la mano hacia el padre de Ana. “Mucho gusto, señor. Soy Noah, y es un placer conocerlo.”

El padre de Ana no respondió de inmediato, pero finalmente, después de un incómodo silencio, estrechó la mano de Noah con desgana. Clara intercambió miradas preocupadas con Ana, consciente de la complejidad de la situación.

Noah, decidido a mantener la calma, intentó aligerar el ambiente. “Estamos pasando un buen rato aquí, disfrutando de la música y la compañía. Siéntase libre de unirse, señor.”

El padre de Ana gruñó, pero no objetó más. La tensión continuó presente en el aire, pero Ana y su madre estaban decididas a no dejar que eso afectara el buen momento que estaban compartiendo con Noah.

Mientras Noah continuaba tocando con la pequeña guitarra de juguete, las notas resonaban de una manera que no solo alcanzaba los oídos, sino también los corazones de los presentes. Aunque el sonido no se comparaba al de una guitarra convencional, la magia de la música aún conseguía teñir el ambiente con un matiz especial.

A medida que todos cantaban con los niños, el aire se llenaba de risas y alegría. Sin embargo, Manuel, aun aturdido por el alcohol, observaba la escena con ojos melancólicos. Las lágrimas asomaban en sus ojos al ver a su familia disfrutar de un momento alegre, algo que había sido escaso en su hogar últimamente.

El sonido de la guitarra y las risas de los niños parecían recordarle a Manuel lo que alguna vez tuvo y perdió. La música actuaba como un puente hacia un pasado donde la felicidad era más fácil de alcanzar. Mientras observaba desde la penumbra, una mezcla de nostalgia y arrepentimiento se reflejaba en su rostro. Por un breve instante, deseó poder formar parte de ese momento familiar, pero su propia lucha interior se lo impedía.

Manuel se levantó en silencio de la silla y salió de la casa sin decir una palabra. El umbral de la puerta se cerró tras él, dejando atrás el eco de la música y la risa que llenaba la sala. Mientras tanto, en el interior, la armonía persistía. Los niños continuaban danzando al ritmo de la música, y las notas de la guitarra de Noah llenaban el espacio con una melodía alegre.

La familia, ajenos por un momento al desvanecimiento de Manuel, seguía disfrutando de la música y la compañía. Clara, con una expresión de gratitud, observó a Noah y a su hija compartiendo este momento especial con los pequeños.

Clara, con una sonrisa curiosa, se voltea hacia Noah y le preguntó: “Noah, ¿has considerado seguir una carrera en la música? Tienes un talento increíble.” Noah, sin dejar de tocar la guitarra, respondió con entusiasmo: “Sí, eso es lo que quiero hacer. Ya he hablado con mi mamá al respecto, y estoy emocionado de estudiar música en la universidad.”

La expresión de Clara se iluminó aún más. “¡Eso suena maravilloso! Estoy segura de que tendrás un futuro brillante” dijo entusiasmada.

Ana, mientras escuchaba a Noah hablar emocionado sobre sus planes para estudiar música en la universidad, sintió una mezcla de alegría y preocupación. Estaba genuinamente contenta por él, reconociendo el talento que poseía y emocionada por la perspectiva de un futuro prometedor. Sin embargo, también experimentó una punzada de inquietud al considerar la posibilidad de que sus caminos pudieran separarse.


Noah, consciente de que era hora de regresar a su casa, se levantó de la silla donde había estado tocando y se acercó a Ana para despedirse. Los hermanitos de Ana, que habían estado disfrutando de la música y la compañía de Noah, miraron con caritas tristes al darse cuenta de que se iba.

Noah les dedicó una cálida sonrisa y les dijo: “Chicos, ha sido genial pasar tiempo con ustedes. Gracias por hacerme sentir tan bienvenido. Nos vemos pronto, ¿de acuerdo?”

Los pequeños asintieron con expresiones aún un poco melancólicas, pero sabían que era momento de despedirse. Noah se dirigió luego a Clara para agradecerle la hospitalidad y se preparó para salir.

Ana caminó junto a Noah hacia la puerta, y antes de que él saliera, ella le susurró con una sonrisa: “Gracias por todo, Noah. Ha sido un día increíble”.

Noah le devolvió la sonrisa y le dio un tierno beso en la mejilla antes de salir. Mientras se alejaba, pudo escuchar las risas de los hermanitos de Ana, lo cual le dejó un cálido sentimiento en el corazón.

Manuel, el padre de Ana, se encontraba de pie al final de la calle con una expresión que revelaba una mezcla de emociones. Noah, al notar la presencia de Manuel, se detuvo y esperó a que él se acercara.

Manuel, mirando a Noah directamente a los ojos, habló con una voz más calmada de lo que Noah esperaba: “Noah ¿verdad?, hoy has traído algo especial a esta casa. No sé qué tipo de magia hiciste con la música, pero vi a mis hijos sonreír de una manera que no lo hacían desde hace tiempo”.

Noah asintió con humildad y respondió: “Señor, solo quería compartir algo de alegría y pasar un buen rato su familia. Todos me hicieron sentir muy bienvenido”.

Manuel, aún desconcertado, extendió la mano hacia Noah y le dio un firme apretón. “Gracias por eso, Noah. Quizás he juzgado mal a algunos… incluyéndote a ti. Ana parece estar muy feliz contigo”.

Noah, agradecido por el gesto, respondió con sinceridad: “Haremos todo lo posible para cuidarnos mutuamente. Gracias por darme la oportunidad de demostrarlo”.

Manuel lo miró fijamente por un momento antes de hablar nuevamente: “Mientras no causes problemas y hagas feliz a mi hija, todo estará bien. Pero cuidado muchacho”.

“Señor, lamento si mis palabras son demasiado directas”, dijo Noah. “Pero quiero que sepa que me importa mucho su hija. Ella esta pasado por momentos difíciles, y verla feliz es lo más importante para mí”.

Manuel, aunque inicialmente sorprendido por la franqueza de Noah, asintió levemente, indicándole que podía continuar.

“Sé que la situación familiar es complicada, y no quiero inmiscuirme en asuntos personales. Pero he visto cuánto afecta a Ana la ausencia de su padre. Es evidente que ella lo extraña y desea profundamente tenerlo de vuelta en su vida”. Expresó Noah con preocupación.

Manuel permaneció en silencio, escuchando atentamente las palabras de Noah.

Noah continua. “No soy nadie para darle consejos, señor, pero he visto el impacto positivo que podría tener en Ana si recuperara la relación con usted. No pretendo juzgar ni presionar, solo quiero que Ana tenga la oportunidad de experimentar la felicidad plena”.

Después de esas palabras, Noah se despidió respetuosamente y continuó su camino a casa, dejando a Manuel con sus pensamientos.

Mientras Noah se retiraba de la casa de Ana, Manuel observaba desde la distancia con una mezcla de pensamientos. Aunque sus palabras con Noah le habían dejado reflexivo, aún no estaba seguro de cómo lidiar con la situación. Silenciosamente, regresó a la casa, donde encontró a su familia aún inmersa en la alegría dejada por la visita.

Ana y su madre, Clara, estaban en la cocina, compartiendo risas y preparando la comida para la familia. A medida que cortaban ingredientes y charlaban animadamente, Manuel ingresó sin decir una palabra. Observó a su familia durante un momento, apreciando la atmósfera ligera y positiva que se había instalado en la cocina.

Después de un rato, Manuel se retiró sin intervenir en la conversación. Subió las escaleras hacia su habitación, donde se quedó solo con sus pensamientos. La presencia de Noah había traído una sensación de calidez a la casa, pero también había desenterrado emociones complicadas en Manuel.

Mientras tanto, en la cocina, Ana y Clara continuaron charlando. Clara, con una expresión serena, dirigió la conversación hacia la universidad y el futuro de Ana. “No te preocupes por tus hermanos, Ana”, dijo Clara con una sonrisa tranquilizadora. “Encontraremos la manera de que todo funcione. Lo más importante es que te enfoques en tus estudios y en construir tu propio camino”.

A pesar del apoyo reconfortante de su madre, Ana no podía evitar sentir una ligera preocupación por el futuro, especialmente considerando la responsabilidad que tenía con sus hermanitos y su relación con Noah. Mientras ayudaba en la cocina, sus pensamientos se dirigieron a las incertidumbres que la esperaban en la universidad y cómo equilibraría sus responsabilidades familiares con su vida académica y personal.

Clara notó la expresión pensativa de Ana y la abrazó con cariño. “Hija, sé que no es fácil, pero confío en ti. Eres fuerte y capaz, y siempre encontrarás el equilibrio adecuado. Además, cuentas con el apoyo de tu familia y, por supuesto, con Noah”.

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