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Capítulo 12 - La Sonrisa En El Espejo Roto

La confusión y la incredulidad seguían atormentando a Sofía mientras pasaba el día en la escuela. Todo a su alrededor era alegre y vibrante, como si el oscuro episodio con Alejandro nunca hubiera ocurrido. Se sentía atrapada en un torbellino de emociones y pensamientos, cuestionando la realidad de cada paso que daba.

Observaba a sus compañeros actuar con normalidad, riendo y charlando como si nada hubiera sucedido. La incertidumbre la envolvía mientras intentaba comprender este extraño comportamiento. ¿Podía ser que todo lo que había vivido con Alejandro fuera simplemente un sueño? Se preguntaba, tratando de encontrar algún sentido en la situación.

Incapaz de soportar más, decidió regresar a casa después de algunas clases. Cada paso que daba hacia su hogar estaba lleno de pensamientos confusos y preguntas sin respuesta. ¿Había perdido la razón? ¿O realmente había experimentado la muerte de Alejandro?

Al llegar a casa, su madre la recibió con desconcierto.

—Sofi, hija, te olvidaste tu almuerzo —le dijo con un tono preocupado.

Pero Sofía, aún confundida, apenas pudo articular una respuesta. Subió directamente a su habitación, dejando a su madre preocupada por su extraño comportamiento.

En la soledad de su habitación, Sofía se vio envuelta en un mar de confusión. Observó a su alrededor, buscando respuestas que parecían esquivarse de su alcance. ¿Había vuelto a la realidad o aún estaba atrapada en un sueño del que no quería despertar? Las dudas la atormentaban, y el tiempo parecía moverse a un ritmo diferente para ella.

Mientras se dirigía hacia su cama, sumida en sus pensamientos turbulentos, algo inesperado ocurrió. En el silencio de su habitación, una voz estalló en el aire, pero no era una voz ajena, era la suya propia. Una sensación de horror le recorrió la espalda cuando escuchó las palabras provenientes del espejo.

Lentamente, Sofía se giró hacia el espejo, y al enfrentar su propio reflejo, notó algo aterrador. Su imagen reflejada no se limitaba a imitar sus movimientos, en cambio, parecía tener vida propia. Con una voz inquietante, su reflejo le habló directamente.

—Ahora ya sabes lo que pasará. Depende de ti si quieres vivir lo mismo.

Sofía quedó petrificada, incapaz de comprender la escena que se desarrollaba ante sus ojos. El espejo, en un momento de violencia, se estrelló repentinamente, formando astillas que se dispararon por todo el vidrio. El sonido de vidrio roto llenó la habitación, resonando como un estruendo de su propia confusión interna.

Después del estallido, un silencio pesado se apoderó de la habitación. Sofía permaneció quieta, observando los trozos del espejo dispersos en el suelo. Las grietas en el cristal le recordaban la ruptura de su propia visión de la realidad.

Aún con la mente turbada por el extraño encuentro con el espejo, Sofía se aferró a las palabras resonantes de su propio reflejo, "Una nueva oportunidad". Una mezcla de incredulidad y esperanza la invadió, creando un revuelo de emociones dentro de su ser.

La idea de tener una segunda oportunidad para rectificar lo sucedido despertó en Sofía un destello de determinación. Sin dudarlo, salió disparada de su casa, ansiosa por abrazar esa posibilidad que se le presentaba. El aire fresco de la mañana y los rayos de sol acariciaban su rostro mientras corría hacia la escuela, llevando consigo un torrente de pensamientos y emociones revueltas.

Cada paso que daba resonaba con la promesa de un nuevo comienzo. La ciudad, que antes le parecía sombría y desalentadora, ahora cobraba vida ante sus ojos, iluminada por la esperanza que la impulsaba. Sofía se encaminó hacia la escuela con renovado propósito, decidida a desentrañar los misterios que la rodeaban y a aprovechar al máximo la oportunidad que se le presentaba.

Al llegar a la escuela durante el receso, Sofía buscó a Alejandro entre la multitud sin éxito. Sin embargo, divisó a lo lejos a sus amigos más cercanos, Marta y Daniel, compartiendo un almuerzo en una banca. Un destello de recuerdo la golpeó, recordó el día en que Alejandro no tenía comida. Con esa revelación en mente, se encaminó hacia donde estaba, con cada paso resonando en su pecho lleno de esperanza y emoción.

En un instante, todas las preocupaciones y confusiones se desvanecieron. Era como si el universo mismo conspirara para brindarles una segunda oportunidad.

—Alejandro —susurró Sofía, sintiendo un nudo en la garganta mientras pronunciaba su nombre.

Con lágrimas de júbilo rodando por sus mejillas, Sofía se lanzó hacia Alejandro con una explosión de emoción. El joven quedó sorprendido ante el repentino acercamiento de Sofía, sus ojos reflejaban asombro mientras la veía aproximarse a toda velocidad. Antes de que pudiera reaccionar, sintió un impacto que lo derribó al suelo.

—¡Alejandro! —exclamó Sofía, su voz temblorosa por la emoción mientras se aferraba a él con fuerza, decidida a no soltarlo.

A pesar de la sorpresa inicial, la sonrisa de Sofía irradiaba felicidad y alivio. Alejandro, aún desconcertado por el repentino embate, se encontró envuelto en el apasionado abrazo de Sofía.

—Sofía, ¿Qué... qué sucede? —preguntó Alejandro entre risas nerviosas.

Ella simplemente sacudió la cabeza, incapaz de articular palabras en medio del torbellino emocional que la embargaba. Aferrada a él como si temiera que pudiera esfumarse en cualquier instante, se dejó llevar por la oleada de emociones abrumadoras.

Los otros estudiantes que observaban la escena cercana no pudieron evitar sorprenderse y sentir curiosidad ante la escena que presenciaban. Algunos murmuraban entre sí, sus rostros adornados con sonrisas ante la emotividad del encuentro.

Mientras Sofía y Alejandro se abrazaban con emoción, los demás estudiantes presentes no pudieron evitar comentar lo que presenciaron.

—¿Vieron eso? ¡Sofía lo derribó como si estuviera en un partido de fútbol
americano! —exclamó uno, entre risas.

—¡Sí, fue todo un tackle! —añadió otra, asombrada—. Parece que Sofía tiene habilidades de tacleadora profesional.

—¿Quién diría que el amor era tan... físico? —bromeó alguien más, provocando más risas entre el grupo.

—Pensé que este lugar sería más tranquilo, pero parece que hoy estamos presenciando una versión romántica de lucha libre —comentó otro, entre risas.

—¡Deberíamos darle a Sofía un trofeo por el tacleo más apasionado del año! ¡Esa fue toda una obra maestra! —exclamó alguien más, provocando aún más risas.

Las risas y los murmullos se propagaron por toda la escuela mientras los compañeros compartían bromas sobre el inusual pero encantador encuentro de Sofía y Alejandro.

Sofía, aún ruborizada, pero con una sonrisa radiante, se puso de pie después del abrazo conmovedor y le tendió la mano a Alejandro con amabilidad.

—Seguro olvidaste traer tu almuerzo, ¿Verdad? —le dijo con dulzura—. Vamos, te invito a algo.

Aunque Alejandro todavía estaba un poco confundido, aceptó con pena. Juntos se dirigieron hacia la cafetería, bajo las miradas curiosas y cómplices de algunos compañeros que habían sido testigos del peculiar tacleo anterior.

En la ruidosa cafetería, Sofía y Alejandro, unidos de la mano, se acercaron al mostrador para hacer sus pedidos. Sofía, con una expresión de felicidad en el rostro, se ofreció a pagar los almuerzos para los dos.

—¡Déjame encargarme de esto! —exclamó con una sonrisa radiante mientras hacía el pedido.

Alejandro, algo sorprendido por el gesto, asintió con gratitud y confusión. Juntos, se dirigieron a una mesa cercana, donde se sentaron para disfrutar de su comida y charlar.

—Sabes, en mis momentos de relax, me encanta sumergirme en libros románticos —comentó Sofía, con una mirada cautivadora dirigida hacia Alejandro—. Es como escapar a diferentes mundos y perderme en las historias de amor.

—¡Suena maravilloso! —respondió Alejandro, asintiendo con entusiasmo—. En realidad, en mi tiempo libre, me gusta escribir.

—¡Oh, en serio! ¡Qué interesante! ¿Qué tipo de cosas escribes? —preguntó Sofía, aunque ya tenía una idea de la respuesta.

—Principalmente, historias cortas y algunos poemas. Es una forma de expresar mis pensamientos —respondió tímidamente.

—¡Deberías compartir tus escritos! Estoy segura de que sería emocionante —animó Sofía, entusiasmada—. Tal vez podríamos intercambiar nuestras creaciones algún día.

Alejandro se sonrojó ligeramente ante la idea.

—Eso suena como una idea emocionante. Aunque, tengo que admitir que siempre me ha dado un poco de vergüenza —confesó.

—No tienes por qué sentirte así. Compartir lo que amas es una experiencia liberadora. Además, estoy segura de que tus escritos son increíbles —lo alentó Sofía, apretando suavemente su mano con complicidad.

La charla entre Sofía y Alejandro fluía como un río tranquilo, compartiendo más detalles sobre sus gustos literarios y pasiones. Descubrieron conexiones en sus mundos creativos y se entusiasmaron con la idea de explorarlos juntos, encontrando nuevas formas de conectar a través de sus intereses comunes.

Después de atravesar el oscuro túnel del dolor y la tristeza tras la pérdida de su ser querido, Sofía había aprendido a valorar cada momento y a enfrentar la realidad con coraje. Decidida a cambiar el trágico final que había vivido, estaba dispuesta a hacer todo lo posible para traer luz a su vida.

—Alejandro, ¿Te importaría si mantenemos contacto incluso fuera de la escuela? Sería genial seguir hablando contigo —propuso Sofía, con una sonrisa brillante iluminando su rostro.

—¡Claro que sí! Me encantaría —respondió Alejandro, contagiado por el entusiasmo de Sofía.

Entregó a Sofía un trozo de papel con su número de teléfono escrito a mano. Agradecida, Sofía tomó el papel y registró el número en su teléfono.

—¡Listo! Te envié un mensaje para que guardes mi número —anunció Sofía, radiante.

—¡Perfecto! Ya estás en mi lista de contactos —confirmó Alejandro, respondiendo con un emoji sonriente en su teléfono.

Mientras disfrutaban de su almuerzo en la cafetería, los demás estudiantes observaban la escena con sorpresa y desconcierto. La noticia de que Sofía, conocida por su reserva y distanciamiento, estuviera compartiendo risas animadas con el carismático Alejandro, causaba un revuelo en el lugar.

Las miradas curiosas de los compañeros se dirigían hacia la mesa de la pareja, y los murmullos comenzaban a propagarse por el lugar. Algunos estudiantes intercambiaban expresiones de asombro, mientras que otros apenas podían ocultar su incredulidad.

—¿Estás viendo eso? ¿Sofía está sonriendo y hablando con Alejandro? —murmuraba uno de los estudiantes, sorprendido por la escena.

—No puedo creerlo. Sofía y Alejandro juntos... esto es surrealista —respondió otro, con los ojos abiertos de par en par.

La noticia de este inusual encuentro se extendía rápidamente, y los rumores comenzaban a tejerse en la tela social de la escuela. Aquellos que conocían a Sofía como la chica más reservada estaban especialmente desconcertados, mientras que otros simplemente disfrutaban del espectáculo inesperado.

—Nunca pensé que vería el día en que Sofía se sentara a hablar con alguien. ¿Qué crees que estén hablando? —comentó otro estudiante, asombrado.

—No lo sé, pero definitivamente voy a necesitar más palomitas. Esto es mejor que una telenovela —respondió entre risas.

Mientras tanto, la nueva pareja, ajenos a las miradas curiosas y los comentarios murmurados, continuaban su conversación, sumidos en su propio mundo recién descubierto.

El sonido del timbre marcando el final del receso resonó en la cafetería, indicando el regreso a las clases. Sofía y Alejandro se pusieron de pie, preparándose para dirigirse a sus respectivos salones. Pero, justo cuando estaban a punto de separarse, Sofía tomó la iniciativa y agarró el brazo de Alejandro, deteniéndolo en seco.

—Espera, Alejandro —dijo sonrojada pero decidida.

Sin darle tiempo para reaccionar, Sofía se acercó y le plantó un dulce beso en la mejilla. Fue un gesto suave pero cargado de sentimiento. En ese breve momento, le entregó algo a Alejandro.

—Llévate esto, cómetelo en casa para la cena —le mencionó con una voz dulce y tierna.

Aun con la sorpresa del beso de Sofía en su mejilla, Alejandro recibió la bolsa que ella le entregaba con confusión.

Dentro encontró más comida de la que esperaba, y sus ojos se encontraron con los de Sofía, quien le sonreía tímidamente antes de alejarse rápidamente, con el rubor cubriendo sus mejillas.

Por un instante, Alejandro se quedó parado, sosteniendo la bolsa en sus manos, mientras la sonrisa de Sofía y el dulce tacto del beso en su mejilla se quedaban grabados en su mente. A su alrededor, la cafetería seguía zumbando con la actividad habitual de los estudiantes, pero para Alejandro, aquel breve momento había cambiado el rumbo de su día de una manera que no había anticipado.

El gesto de Sofía tomó por sorpresa a todos los presentes en la cafetería. Las miradas incrédulas y las expresiones de sorpresa se propagaron entre los estudiantes, quienes no podían creer lo que acababan de presenciar. La chica que solía ser conocida por su reserva y actitud distante acababa de protagonizar un momento que dejó a todos boquiabiertos.

Las chicas presentes, asombradas, empezaron a comentar entre risas sobre la audacia de Sofía. Algunas, entre murmullos de asombro, compartían palabras de aliento y apoyo mientras Sofía se dirigía hacia su salón. Las risas y pláticas animadas seguían resonando en la cafetería, creando un ruido inusual que acompañaba la atmósfera cargada de emociones.

El zumbido en los pasillos de la escuela no cesaba. Palabras de admiración y sorpresa seguían a Sofía mientras avanzaba, y aunque el sonrojo aún no abandonaba su rostro, parecía llevarlo con orgullo. La escena surrealista se había convertido en el tema de conversación del día, y muchos estudiantes compartían opiniones y teorías sobre este giro inesperado en la vida de Sofía.

Los pasillos estaban llenos de vida, con estudiantes que no podían dejar de comentar sobre el repentino giro en la relación de Sofía y Alejandro. Conversaciones animadas sobre la nueva pareja se hacían más grandes a medida que la noticia se extendía como la pólvora. Las especulaciones y teorías se mezclaban con risas, creando un ambiente cargado de expectación y curiosidad.

Cuando los amigos de Alejandro, Marta y Daniel, se enteraron del nuevo noviazgo, no pudieron contener su entusiasmo y sorpresa. Se acercaron a él con expresiones juguetonas y sonrisas traviesas.

—¡Alejandro, no me lo puedo creer! ¿Cuándo planeabas contarnos sobre tu nueva conquista? —dijo Marta con una gran sonrisa en el rostro.

—¡Eso es un secreto que no deberías haber guardado, amigo! Las noticias vuelan rápido en esta escuela —mencionó Daniel, entre risas.

Alejandro, un tanto abrumado, pero también sonriente, respondió a sus amigos con una mezcla de nerviosismo.

—Bueno, no es lo que parece, somos amigos y solo almorzamos juntos, es
todo —contestó tímidamente.

—Hablando de almuerzo, no quiero que se vuelva a repetir lo de hoy, nos enteramos que te habías quedado sin almorzar. No te puedes quedar sin comer Alejandro —le dijo Marta, con tono firme.

—Si, si hermano. Marta tiene razón para esos son los amigos, nos hubieras
dicho —apoyó Daniel, asintiendo.

—No quería molestarlos, enserio. Pero está bien, no volverá a pasar —contestó Alejandro, algo apenado.

—Eso espero Alex, no quiero que se repita —concluyó Marta, con voz seria.

El malentendido se disparó por toda la escuela y pronto todos hablaban de una nueva pareja dispareja. Pero eso a Sofía no le afectaba, más bien, estaba feliz de esos rumores y de cómo su día había tomado un giro tan inesperado.

El día llegaba a su fin y el sol comenzaba a declinar en el horizonte. Alejandro salió apresurado de la escuela, con la mente llena de responsabilidades que lo esperaban en casa. Sin embargo, al llegar a la salida, una agradable sorpresa lo detuvo en seco, Sofía estaba allí, esperándolo con una sonrisa acogedora.

—¡Hola, Alejandro! ¿Cómo te fue hoy? —le saludó Sofía con una calidez que iluminaba la tarde.

—Hola, Sofía. Fue un día movido, pero ya sabes, cosas por hacer en casa. ¿Y tú? —respondió Alejandro, agradecido por el gesto de Sofía.

—El mío fue tranquilo. Solo quería desearte una linda tarde y recordarte que te cuides mucho, ¿De acuerdo? —dijo Sofía con una dulce sonrisa.

—Gracias, Sofía. Es reconfortante saber que alguien se preocupa. Y no te preocupes, estaré bien —aseguró Alejandro, devolviéndole la sonrisa.

—En serio, Alejandro, cuídate. Sabes que tienes gente que se preocupa por ti, ¿Verdad? —añadió Sofía, con un tono más serio esta vez.

—Lo sé —asintió Alejandro con seriedad—. Y eso significa mucho para mí. Te prometo que tendré cuidado.

—¡Eso espero! —exclamó Sofía, con preocupación y cariño en su voz—. Ahora ve y haz lo que necesitas hacer en casa. Y si necesitas ayuda algún día, ya sabes dónde encontrarme.

—Lo recordaré, Sofía. Gracias por preocuparte. Nos vemos mañana. —respondió Alejandro algo sonrojado.

—Sí, nos vemos mañana. Cuídate mucho, ¿Eh? —despidió Sofía, con una sonrisa.

El sol de la tarde bañaba el rostro sonrojado de Alejandro mientras Sofía, con una chispa traviesa en sus ojos y una sonrisa pícara en los labios, tomaba suavemente su mano. En ese preciso momento, un beso en la mejilla dejó una marca suave y una promesa de un futuro mensaje se colaba en el aire como un susurro.

—Te mandaré un mensaje más tarde, ¿De acuerdo? —dijo Sofía, con una dulzura que inundaba el ambiente.

Aún sorprendido por la inesperada situación, Alejandro asintió con una sonrisa nerviosa y un simple "Sí". La sensación reconfortante de la mano de Sofía en la suya, junto con el delicado beso en la mejilla, crearon un momento especial que resonó en sus pensamientos con una claridad sorprendente.

Sofía soltó su mano y veía como Alejandro se alejaba, llevando consigo un corazón latiendo más rápido y una sonrisa que parecía haberse instalado en su rostro.

El día, que había comenzado como cualquier otro día rutinario, se había transformado en una sucesión de sorpresas y emociones que revolvían los pensamientos de Alejandro. Mientras caminaba, se encontraba sumido en una reflexión profunda, tratando de comprender la magnitud de los gestos y palabras compartidas con Sofía.

Más tarde, Sofía fue recibida en su hogar con los brazos abiertos de su familia. Su madre, con voz dulce y cálida, le indicó que se preparara para la cena. Sofía asintió con un suave gesto, pero antes de unirse a la cena familiar, decidió subir a su habitación para cambiarse y, quizás, reflexionar un poco más sobre los eventos del día.

Al cerrar la puerta de su habitación con un gesto tranquilo, Sofía notó un cambio en el ambiente, como si su decisión resonara en cada rincón. Dejando caer el uniforme escolar al suelo, se envolvió en nuevas prendas, cada una simbolizando el inicio de un capítulo diferente en su vida.

Frente al espejo, cuyos fragmentos estrellados reflejaban una imagen distorsionada de sí misma, Sofía se detuvo. A pesar de la ruptura del cristal, una sonrisa siniestra se esbozó en su rostro, proyectando una determinación oscura que contrastaba con la calma aparente del hogar.

En el silencio de su habitación, unas palabras resonaron en la mente de Sofía.
"No te preocupes, amor mío, estaré contigo siempre y haré que ellos paguen por todo lo que te hicieron". Fueron palabras murmuradas en la soledad, un juramento cargado de rencor y la promesa de justicia.

Con esa sonrisa inquietante aún presente, Sofía se enderezó y se dispuso a bajar a cenar con su familia. La sala de estar estaba bañada por una luz acogedora, pero detrás de los ojos de Sofía, brillaba una determinación fría. Estaba iniciando un nuevo sendero en su vida, uno marcado por una venganza silenciosa y la búsqueda de redención.

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