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Capítulo 17 - Lágrimas De Esperanza

Alejandro se secó rápidamente con la toalla, sintiendo aún el calor en su rostro por el encuentro incómodo. Cerró los ojos por un momento, respirando profundamente, tratando de aliviar la sensación de vergüenza que lo embargaba.

Se vistió rápidamente, asegurándose de que su atuendo estuviera impecable. Observó su reflejo en el espejo, tratando de aparentar normalidad mientras su corazón latía con fuerza.

Finalmente, salió del baño. Al llegar al comedor, Alejandro vio la mesa dispuesta, con un delicioso aroma de comida flotando en el aire. Su estómago gruñía de hambre, pero la ansiedad lo hacía sentir como si se hubiera comido un bocado amargo.

La madre lo recibió con una sonrisa cálida y gestos suaves, invitándolo a sentarse a la mesa.

—Ven, Alejandro, tienes que almorzar bien —dijo con tono amable, indicando la silla que le correspondía.

El padre continuó el gesto —Sí, siéntate. Necesitas comer bien para tener energía en la escuela —añadió con una voz profunda pero cálida.

Sofía, notando la indecisión de Alejandro, sacó la silla un poco para que pudiera sentarse y con un gesto de la mano, lo invitó a acercarse a su lado.

—Siéntate aquí —dijo con una sonrisa dulce.

Alejandro se encontraba abrumado. La sensación de ser acogido como parte de una familia cortó el oxígeno en su pecho, y el nerviosismo aumentó su presión arterial. Era una experiencia desconocida, casi como un sueño, que encendía una llama de esperanza y al mismo tiempo abría un abismo de miedo y vergüenza.

Había esperado por tanto tiempo tener un almuerzo sencillo, en paz, acompañado por los miembros de su familia, sin sentirse como un extraño sin lugar en el mundo. Pero las emociones que había guardado durante años estaban listas para alzarse, y no había nada que pudiera hacer para controlarlas.

Su rostro se desfiguró, transformando la sonrisa nerviosa en un gesto torcido, y sin ninguna reserva, las lágrimas comenzaron a fluir y escaparse de sus ojos, como un río desbordado de dolor contenido durante tanto tiempo, liberándose en un mar de angustia y esperanza mezcladas.

Cada lágrima que caía llevaba consigo el peso de años de soledad, de sentirse abandonado, de haber tenido que enfrentarse solo al mundo, sin el apoyo y la compañía de nadie. El nudo en su garganta se apretaba con cada sollozo, mientras su corazón latía con fuerza, buscando una salida a la carga emocional que lo agobiaba.
Sofía entendió perfectamente el dolor que afligía a Alejandro. Corrió hacia él con los ojos llenos de compasión, sintiendo en su interior cada lágrima que él lloraba, y se arrojó en sus brazos para abrazarlo con fuerza. Era un gesto sincero de amor incondicional, un abrazo que envolvía y protegía, que decía más que cualquier palabra. Ese abrazo era como un cálido refugio contra el dolor y la soledad que invadían el alma de Alejandro.

Al presenciar el abrazo entre su hija y Alejandro, el padre no pudo evitar sentir un nudo en la garganta. Ya había sabido de la difícil situación del joven desde la noche anterior, cuando su esposa le había contado todo. Aunque intentaba aparentar calma y compostura, sus ojos rojos, hinchados de lágrimas, delataban el dolor que sentía al presenciar el sufrimiento de Alejandro.

No dijo ni una palabra, ni intentó separarlos. Simplemente volteó hacia otro lado, tratando de ocultar sus emociones. Pero su silencio hablaba más fuerte que cualquier palabra. Era evidente que el dolor de Alejandro, al ser despreciado por su familia, lo afectaba más de lo que había imaginado. Desde el fondo de su corazón, el padre sentía una profunda tristeza por el joven.

La madre se acercó lentamente al abrazo que Sofía y Alejandro compartían, sintiendo el peso del dolor que el joven llevaba consigo. Un mar de emociones la inundaba, pues verlo llorar de esa manera la hacía sentir impotente. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver la ternura y la compasión de Sofía hacia Alejandro. Con una voz suave y llena de comprensión, se pronunció.

—No te preocupes, Alejandro —susurró la madre, dejando que sus palabras se convirtieran en un bálsamo para el alma del joven—. En esta casa, siempre serás bienvenido, porque ahora eres parte de nosotros.

Las palabras de la madre resonaron en el corazón de Alejandro, aliviando en parte el peso que llevaba sobre sus hombros. Él se sentía comprendido, aceptado y valorado, algo que había anhelado durante mucho tiempo. Y fue en ese instante, que, por primera vez en muchos años, Alejandro sintió que en esa casa había encontrado algo que siempre buscaba. Se sintió arropado y guiado por la luz, una luz que lo bañaba y lo sanaba, dejando atrás la oscuridad de la soledad y la tristeza que lo habían acompañado durante tanto tiempo.

Mientras tanto, Laura, ajena al trasfondo emocional del momento, observaba la escena con curiosidad en sus ojos, sin comprender del todo la profundidad de los lazos que se estaban tejiendo entre su familia y aquel joven que había encontrado en su hogar un refugio inesperado. Sin embargo, su curiosidad no le impedía sentir una extraña emoción que la hacía ver a Alejandro con otros ojos, un sentimiento nuevo y desconocido que la hacía sentir vulnerable y expectante.

Después de que el abrazo se disipara y Alejandro limpiara sus lágrimas, Sofía lo guio hacia su silla para que pudiera disfrutar del almuerzo. Poco a poco, el ambiente en la mesa se volvía más relajado y acogedor. Las risas comenzaron a surgir entre las conversaciones, y las sombras que parecían seguir siempre a Alejandro se iban disipando gradualmente.

Laura observaba el cambio en el ánimo de Alejandro con curiosidad y asombro. Notó como su postura física fue cambiando de tensa y cohibida a relajada y abierta en tan solo unos minutos. Fue entonces que entendió que algo especial estaba ocurriendo en esa casa, algo que de alguna manera involucraba a ese joven que por primera vez parecía estar disfrutando de la compañía de otros.

Sin embargo, a pesar de la aparente normalidad que reinaba en la mesa, Sofía no podía evitar sentir una profunda preocupación. Mientras observaba a Alejandro con ojos fijos, su mente se llenaba de pensamientos inquietantes. Sabía que él padecía maltrato en su hogar, un lugar en donde se encontraba condenado a la soledad y al abandono. Sofía se preguntaba qué podría hacer para poder comenzar una nueva vida, una vida mejor, una vida llena de oportunidades y amor.

Después de un desayuno delicioso, las hermanas besaron a sus padres en la mejilla y se despidieron con una sonrisa. Alejandro sintió un nudo en la garganta al ver la relación tan amorosa entre los padres y las hijas. Era completamente diferente a lo que él estaba acostumbrado.

Mientras se dirigían a la puerta, la madre detuvo a Alejandro con unas palabras amables.

—¿Qué pasa, Alejandro? ¿Acaso no vas a despedirte también? —preguntó con un tono juguetón.

Alejandro se volteó, sintiéndose un poco apenado por la atención. Sin embargo, su aprehensión se disipó inmediatamente cuando notó la sonrisa cálida y gentil de la madre. Respondió a su deseo con una sonrisa sincera, agradeciendo a la familia por su hospitalidad y el afecto que le habían dado desde el primer momento.

—Oh, sí, perdón… gracias por todo —respondió Alejandro, luchando con sus emociones, que comenzaban a aflorar por primera vez en su vida. — Hasta luego.

La madre lo miró con una sonrisa cálida y gentil.

—Tú también ten un buen día —respondió suavemente.

Para Alejandro, estas simples palabras resonaron profundamente en su corazón. Nunca antes había experimentado ese tipo de despedida afectuosa en su familia. Era como un rayo de sol que iluminaba su día nublado, llenándolo de una felicidad inesperada que lo hizo sonreír radiante mientras caminaba hacia la puerta.

Alejandro salió de la casa donde las hermanas lo esperaban, listas para comenzar otro día en la escuela juntos.

Mientras tanto, dentro de la casa, los padres de Sofía tenían una conversación seria. La madre estaba sentada en una silla, mientras el padre estaba de pie frente a ella, frunciendo el ceño y con una expresión de sincera preocupación en su rostro.

—Cariño, sé que te preocupas por él, realmente lo entiendo, pero ¿Qué es lo que piensas hacer? Incluso lo dejaste quedarse una noche —expresó el padre, con una unión de confusión y preocupación en su voz.

Ella se tomó un momento para reflexionar antes de responder la pregunta de su esposo. Era una mujer sabia, con una larga experiencia en el trato con los demás, y sabía que su esposo necesitaba saber algo importante.

—Querido, ¿Acaso no has visto los ojos de tu hija? —le preguntó con seriedad, como si las palabras fueran de importancia crucial.

Se quedó confundido por lo que su esposa quería decir. ¿Qué tenía que ver el brillo en los ojos de su hija con la presencia de Alejandro en su hogar?

—Sofía nunca había tenido ese brillo en los ojos. Se nota que busca algo más que una simple relación. Tal vez no lo comprendas porque eres hombre, pero entre mujeres sabemos cosas —explicó ella con una seriedad que reflejaba su convicción.

Él se quedó pensativo por las palabras de su esposa. Era cierto que no podía entender la perspectiva de una mujer, y mucho menos de su propia hija. Pero de alguna manera, las palabras de su esposa resonaron en su mente, y sintió el peso de la verdad en ellas.

—Entiendo lo que quieres decir, pero ¿Estás segura de que es lo mejor? Quiero decir, no sabemos nada sobre él, ¿Qué tipo de chico es en realidad? —preguntó, preocupado por el bienestar de su hija.

La esposa asintió con compasión, comprendiendo la preocupación de su esposo. Sabía que él quería proteger a su hija, pero también sabía que era importante dejarla explorar el mundo y tomar sus propias decisiones.

—Sé que tienes miedo por nuestra hija, pero como padre, también deberás aceptar que es su vida y ella necesita tomar riesgos de vez en cuando. De hecho, nos sorprenderá cuán responsable y decidida puede ser. Tal vez Alejandro sea una llave a un nuevo mundo que nunca antes habríamos considerado —respondió, con una sonrisa esperanzadora.

Se quedó reflexionando sobre las palabras de su esposa. No podía negar su sabiduría y profunda compasión. De repente, una chispa de esperanza se encendió en su corazón, pensando en las posibles oportunidades que podrían esperarles. Tal vez su esposa tenía razón, tal vez este chico necesitaba una familia como la suya.

Su esposa suspiró profundamente, comprensiva con las preocupaciones de su esposo. Sabía que la decisión de acoger a un extraño en su hogar no era una tarea fácil, pero algo en Alejandro le transmitía una sensación de confianza, como si fuera un ser humano digno de confiar.

—Sé que puede ser arriesgado, pero algo en Alejandro me dice que es diferente, que ha pasado por mucho más de lo que imaginamos. No puedo ignorar lo que vi en Sofía ayer y esta mañana, nunca la había visto tan feliz —explicó, tratando de transmitirle su convicción a su esposo.

Esas palabras lo impactaron tanto, que asintió lentamente, procesando el contenido de las mismas. Sabía que su esposa no era una persona impulsiva y que su convicción estaba basada en algo sólido.

—Entonces, ¿Qué propones que hagamos? —preguntó, buscando una solución para la situación.

Él se encontraba en una situación complicada. No sabía qué hacer con el joven que había llegado a su casa de manera inesperada. No solo era un extraño, sino que además no sabía nada sobre él. ¿Debería preocuparse por la seguridad de su hogar y de su hija, o mostrar un poco de compasión hacia un joven que parecía necesitar ayuda?

Mientras reflexionaba, su esposa lo miró fijamente, buscando una forma de solucionar la situación.

—Creo que deberíamos darle una oportunidad, al menos por ahora. Podemos conocer mejor a Alejandro y ver cómo se desarrolla todo. Si Sofía está feliz, eso es lo más importante —sugirió con determinación.

Su esposo se quedó en silencio, pensando en esas palabras. Pensó en su hija, en su felicidad y en la idea de limitar sus oportunidades de conocer gente nueva e interesante. Después de unos momentos de reflexión, se dio cuenta de que su esposa tenía razón.

—De acuerdo. Confío en tu juicio. Pero mantendremos un ojo en él, solo para estar seguros —dijo, finalmente, cediendo a la decisión de su esposa por el bienestar de su hija.

La madre sonrió con alivio, sintiendo que su esposo finalmente comprendía la situación.

—Gracias. Sé que esto no es fácil para ti, pero estoy segura de que tomamos la decisión correcta. Alejandro parece necesitar ayuda, y podemos hacer una diferencia en su vida —respondió, con calma.

Al escucharla asintió lentamente, consciente de la importancia que esto tenía para su familia.

—De acuerdo. Pero, insistiré en que debe mantener una distancia apropiada con nuestra hija. No sabemos quiénes son realmente sus familiares, así que tenemos que ser cuidadosos —añadió él, con seriedad.

La esposa asintió con comprensión, consciente de la preocupación de su esposo por el bienestar de su familia.

A medida que Sofía y Alejandro caminaban juntos hacia la escuela, un gesto sencillo pero significativo marcó un nuevo capítulo en su relación. Sofía tomó la mano de Alejandro y entrelazó sus dedos en un agarre firme. Alejandro se sonrojó ligeramente al principio, pero pronto se dio cuenta de que le gustaba la sensación. Se sentía reconfortado por el gesto de Sofía, y la confianza que le transmitía era algo que nunca había experimentado antes.

Cuando llegaron a la entrada de la escuela, los murmullos y las miradas curiosas los rodearon. Todos se quedaron asombrados al ver a la pareja dispareja llegar juntos, pero lo que más sorprendió fue la manera en que lo hacían, agarrados de la mano. Este gesto tan simple y público formalizaba los rumores que habían estado circulando sobre su relación, y era evidente que algo había cambiado entre ellos.

Algunos estudiantes comentaban entre ellos, mientras otros simplemente observaban con asombro. La escena había capturado la atención de todos en la escuela, y Sofía y Alejandro caminaban con un sentimiento de nerviosismo y emoción ante la reacción de sus compañeros.

—¡Oigan, ¿Han visto eso?! ¿Sofía y Alejandro van juntos? —preguntó un compañero, con los ojos abiertos de par en par, claramente sorprendido por lo que veía.

—¡Sí, justo eso estaba pensando! Y, además, ¡están agarrados de la mano! —respondió su acompañante, con un tono de incredulidad en su voz.

—¿En serio? ¿Qué está pasando aquí? ¿Acaso son pareja ahora? —cuestionó otro, tratando de entender la situación.

—Pues parece que sí, están tan unidos —le contestaron, con una expresión de sorpresa en el rostro.

—¡Bien! Entonces, ¿Todos esos rumores eran ciertos? —se escuchó entre conversaciones, con asombro en la voz.

—Parece que sí, ¿No? ¡Esto es realmente sorprendente! Nunca hubiera pensado que algo así pasaría. —concluyó un estudiante.

En la entrada de la escuela, Marta avistó a la pareja caminando juntos y no pudo contener su entusiasmo al saludarlos.

—¡Mira quién llega, la pareja dispareja! —exclamó con alegría, aunque también con un toque de asombro por la novedad.

Alejandro respondió al saludo de Marta con una sonrisa amable.

—Buen día para ti también —dijo con cortesía, aunque por dentro se sentía un poco incómodo con el comentario.

Sofía, aferrando con firmeza la mano de Alejandro, se unió a la conversación.

—Buenos días Marta —saludó, transmitiendo su felicidad con una sonrisa radiante.

Marta continuó, con una expresión de asombro en el rostro.

—Vaya, no pensé que supieras mi nombre, debo decir que eres rápida. Has avanzado bastante, pero solo te pido que no lo trates mal. Es un buen chico —dijo con una sonrisa, aunque con un dejo de preocupación por su amigo.

Sofía apretó la mano de Alejandro con más fuerza, como si quisiera asegurarse de que no se escape.

—No te preocupes, no lo dejaré ir —afirmó con determinación, dejando claro que estaba decidida a cuidar y proteger su relación.

Juntos continuaron caminando hacia el interior de la escuela. Al llegar a la intersección que los llevaría a sus respectivos salones, se detuvieron brevemente para despedirse. Sofía se volvió hacia Alejandro, sus ojos brillando con amor, y le dio un suave beso en la mejilla.

—Nos vemos después, Alex —le dijo con ternura.

Alejandro asintió, devolviendo la sonrisa.

—Sí, nos vemos después —respondió, sintiendo el calor de sus labios aún en su rostro mientras Sofía se alejaba.

Mientras caminaba hacia su salón junto a Marta, esta última no pudo evitar expresar su preocupación.

—¿Estás seguro de esto? No crees que todo ha sido muy rápido y espontáneo —preguntó, con cautela en sus palabras.

Alejandro asintió, compartiendo sus propias dudas internas.

—No sé qué pasa. Es como si no tuviera otra opción. Dondequiera que vaya o lo que me suceda, ella está ahí conmigo, como si supiera qué va a pasar —admitió, reflexionando sobre la extraña conexión que sentía con Sofía.

Marta se quedó pensativa por un momento, preocupada por su amigo.

—Eso es muy extraño. Pero se nota que te quiere mucho. Puedo verlo en sus ojos. Cada vez que te mira, lo hace con una sensación extrema, incluso da un poco de miedo —comentó mientras observaba a Alejandro con seriedad—. Ten cuidado.

Al entrar al salón, Daniel ya estaba sentado y al ver llegar a sus amigos Alejandro y Marta, los saludó rápidamente con una sonrisa burlona.

—Vaya, mira que pensé que nunca tendrías novia. Los chismes vuelan en esta escuela —comentó con una pizca de sarcasmo.

Marta, aprovechando la oportunidad para seguir la broma, respondió con una risa.

—Verdad que sí, lo mismo le venía diciendo —dijo entre risas, dejando en claro que la noticia del nuevo romance de Alejandro no había pasado desapercibida entre sus amigos.

Poco tiempo después, el timbre sonó dando inicio a la jornada escolar.

Mientras tanto, en otro salón, Sofía estaba completamente perdida en sus pensamientos. La clase pasaba frente a ella como un murmullo lejano, incapaz de captar su atención. Su mente estaba ocupada con ideas para estar con Alejandro sin ninguna distracción. Sin embargo, conforme pasaban los minutos, su semblante se volvía más frío y oscuro, como una sombra que se proyectaba sobre su rostro.

Aunque era habitual que ella se mantuviera distante e indiferente en el salón, ese día parecía aún más solitaria y desconectada de su entorno. A pesar de que ahora tenía una relación romántica, sus compañeros esperaban que cambiara su actitud, pero ella seguía siendo igual de distante y fría como siempre. Sus pensamientos estaban lejos de la clase, y su aura reflejaba una profunda introspección y melancolía.

El maestro, en su intento por hacer participar a Sofía, la llamó para que respondiera una pregunta de la lección del día. Sofía se sobresaltó como si hubiera olvidado que estaba en clase, y se quedó en silencio un momento antes de levantarse de su pupitre con aire ausente.

—¿Eh? ¿Perdón, qué? —preguntó con una voz casi aturdida.

El maestro repitió la pregunta, y Sofía resumió en pocas palabras lo que pensaba.

Al finalizar la clase, Sofía estaba tomado un poco de aire fresco mientras se dirigía al laboratorio de química para la siguiente clase.

Su mente seguía divagando, mientras la maestra les daba una explicación exhaustiva sobre gases utilizados en la vida cotidiana.

En un principio, se encontraba distraída y no prestaba demasiada atención a la clase. Sin embargo, algo en la forma en que la profesora explicaba sobre la capacidad de estos gases la hizo centrarse en la lección. Conforme la maestra seguía hablando, Sofía cambió su semblante, y de repente estaba totalmente atenta a la clase.

No había ni rastro de su antigua actitud desinteresada, su rostro estaba animado, con unos ojos brillantes que denotaban emoción por aprender más. Era evidente para cualquiera que la observara que ella estaba disfrutando de la clase y que estaba emocionada por el conocimiento que estaba adquiriendo en ese momento.

El resto de la clase, escuchó con atención cada una de las explicaciones que la profesora les daba. Cuando llegó el momento de la práctica, ella estaba ansiosa por empezar, con ganas de poner en práctica todo lo que acababa de aprender.

Los estudiantes se preparaban para poner en práctica lo aprendido en la teoría. Sofía, en particular, estaba llena de expectativas. Sus ojos brillaban con determinación mientras escuchaba atentamente las instrucciones de la profesora.

El desafío era crear un mechero de baja intensidad utilizando el gas proporcionado y luego llevar a cabo una pequeña explosión controlada en un recipiente para mostrar las propiedades del gas. Mientras trabajaba, se sumergió en la tarea con una concentración feroz. Cada movimiento era preciso, cada acción estaba cuidadosamente calculada. No había espacio para el error.

Con habilidad y destreza, completó la tarea de manera impecable. El mechero funcionaba a la perfección, y la pequeña explosión en el recipiente fue un éxito. La profesora, impresionada por su habilidad, la elogió frente a toda la clase, pero para ella, la satisfacción no provenía de los elogios de la profesora.

Una sonrisa se dibujó en su rostro, pero no era una sonrisa común. Estaba cargada de una determinación intensa, una determinación que sugería que era capaz de alcanzar lo que se propusiera.

En ese momento, Sofía había encontrado una forma de hacer realidad sus deseos, y no había nada que pudiera detenerla.

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