Navegación del Foro
Necesitas iniciar sesión para crear mensajes y temas.

Capítulo 21 - El Peso De La Culpa

Mientras Sofía y sus padres tenían una charla privada en la habitación, Alejandro quedó solo en la sala, inmerso en sus pensamientos. La seriedad del asunto lo abrumaba, y sus emociones lo envolvían por completo. Sentado en el sofá, con la mirada perdida en el horizonte, reflexionaba sobre cómo su vida había dado un giro repentino.

Recordaba a su familia, ya ausente, y una ola de tristeza lo invadía. Se culpaba a sí mismo por la situación en la que se encontraba. Había perdido todo lo que conocía y ahora la familia de la persona a la que amaba estaba enfrentando problemas debido a él.

Se preguntaba cómo enfrentar esta nueva realidad, cómo seguir adelante cuando todo parecía tan sombrío. Las lágrimas asomaban en sus ojos, pero esta vez se esforzó por contenerlas.

Se puso de pie y dirigió su mirada hacia las escaleras que llevaban a la habitación donde Sofía y sus padres estaban en medio de una conversación. Después de unos momentos de reflexión, giró sobre sus talones y comenzó a dirigirse hacia la puerta de salida de la casa.

—No quiero ser una carga —susurró con tristeza en su voz.

Salió de la casa en silencio, sintiendo la frescura del aire nocturno acariciando su rostro. La oscuridad lo envolvía mientras se alejaba, dejando atrás las luces cálidas de la casa.

Continuó caminando en la noche con la mirada perdida y melancólica. Sus ojos carecían de brillo, reflejando una profunda desesperanza. Sus movimientos eran automáticos, como los de una marioneta sin vida, avanzando mecánicamente en la penumbra.

Cada vez que exhalaba, su aliento se convertía en una nube de vapor en el aire frío de la noche. Los transeúntes lo miraban con desdén, observando a un joven descuidado, con el rostro manchado y su uniforme desaliñado y sucio. Parecía que la desgracia lo había marcado, separándolo del resto del mundo.

Mientras avanzaba bajo el velo nocturno, levantó la mirada hacia el cielo para contemplar la luna plateada entre las nubes. Se cuestionaba a sí mismo, con un toque de incertidumbre en su voz, preguntándose si había hecho algo mal para merecer tal destino. Sus pensamientos se perdían en la vastedad del firmamento, buscando respuestas a las preguntas que lo atormentaban.

Una lágrima solitaria recorrió su mejilla, capturando el brillo de la luz lunar.

—¿Por qué me está sucediendo todo esto? —se preguntó nuevamente, mientras las emociones lo invadían por completo.

Cada paso parecía más pesado que el anterior, como si sus preocupaciones lo hundieran en el suelo.

Después de una caminata que se prolongó más de lo que deseaba, alcanzó un parque solitario. La oscuridad se extendía por cada rincón, y no había ni un alma a la vista. Los juegos infantiles yacían en silencio y vacíos, como si el tiempo se hubiera detenido en aquel lugar. El parque tenía un aura espeluznante, con la brisa nocturna sonando entre los árboles.

Con pasos lentos, exploró el parque, su mirada vagaba entre los juegos. En su mente, surgían preguntas sin respuesta mientras se detenía frente a cada uno de ellos. ¿Por qué nunca pudo compartir este tipo de juegos con su familia?, se preguntaba con tristeza, cuestionando si el desprecio de sus padres hacia él era tan profundo como imaginaba.

Los recuerdos de momentos felices en familia eran inexistentes. No podía evocar ni un solo instante de alegría con ellos, ni una palabra de aliento o amor.

—¿Soy realmente tan mal hijo? —se preguntaba con el corazón hecho añicos y lleno de culpa, mientras el silencio del parque amplificaba sus pensamientos angustiantes.

En un rincón apartado del parque, divisó un columpio desgastado y se acercó a él con pasos temblorosos. Con cuidado, se dejó caer en el asiento de madera desgastada y comenzó a balancearse suavemente en un vaivén constante. Mientras se mecía, su mirada se elevaba hacia la luna brillante en el cielo nocturno.

Con el suave balanceo del columpio, su mente se sumergía en pensamientos sobre lo que podría haber sido si su familia estuviera unida nuevamente. Se preguntaba si tuvieran una segunda oportunidad, podrían amarlo y formar una familia feliz. Visualizaba momentos de risas armoniosas, abrazos reconfortantes y palabras de amor que antes solo habían sido un anhelo distante.

El movimiento rítmico del columpio parecía transportarlo a un lugar de esperanza y sueños, donde los recuerdos dolorosos se desvanecían ante la posibilidad de un futuro diferente. Por un momento, cerró los ojos, dejándose llevar por la suave brisa nocturna, anhelando intensamente la calidez y la conexión que tanto ansiaba en su corazón solitario.

Después de reflexionar profundamente, sintió un impulso arder en su interior. Anhelaba fervientemente una segunda oportunidad para encontrar una verdadera familia, una que lo amara y le brindara el afecto que tanto deseaba.

—Esta vez, seré el hijo que siempre desearon —murmuró para sí mismo con voz firme, cargada de esperanza.

Con decisión, se enderezó en el asiento del columpio. Observó la cadena que colgaba a su lado y comenzó a trenzarla formando varios círculos. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras se preparaba para lo que estaba por venir. Una mezcla de miedo y determinación brillaba en sus ojos mientras introducía su cabeza en la espiral formada por la cadena.

Un momento de quietud envolvió el ambiente mientras se concentraba. Finalmente, dio un paso adelante y se dejó caer. La cadena se tensó con fuerza, dejando su cuerpo suspendido, su rostro mirando hacia arriba, contemplando el brillo de la hermosa luna plateada entre las nubes oscuras. Una sensación de liberación lo invadió mientras el viento soplaba a su alrededor, haciendo ondear su cabello en el aire.

El parque, iluminado por la luz misteriosa de la luna, se sumió en un silencio profundo, como si la noche misma estuviera expectante ante lo que estaba por ocurrir. Una única figura se destacaba en la penumbra, apenas visible bajo el brillo plateado que se derramaba sobre el paisaje nocturno.

Las últimas exhalaciones de aire helado escapaban de los labios del joven, formando nubes fugaces que se desvanecían en el aire gélido de la noche. El ambiente se sentía cargado de una profunda tristeza.

De repente, todo quedó en silencio. El suave crujido de las cadenas que rodeaban su cuello se detuvo de golpe, como si el mundo entero aguantara la respiración en ese momento. Al instante, el único sonido que rompió el silencio fue el latido constante de un corazón que finalmente se detuvo, como el último acorde de una melodía que se desvanecía en el aire.

La figura solitaria permanecía inmóvil, como una estatua en la oscuridad, mientras el universo parecía contener el aliento, siendo testigo del desenlace de una historia trágica y sombría.

Sofía corría sin descanso por las calles, su corazón golpeaba con fuerza en su pecho mientras buscaba con ansias al joven que ocupaba cada pensamiento suyo. Con cada paso, imploraba a los transeúntes por alguna pista que la guiara hacia él, aferrada a la esperanza de encontrarlo pronto.

Cada negativa que recibía la sumía más en la desesperación. La angustia la envolvía como una densa niebla, oscureciendo su mente y llenando su corazón de tristeza. No podía permitirse perderlo, no después de todo lo que habían compartido juntos y lo que les faltaba por vivir.

En medio de su desesperación, un grito desgarrador escapó de sus labios hacia el cielo oscuro, una súplica desesperada que resonó en las calles. Pero justo cuando la esperanza parecía desvanecerse, una voz suave como un susurro rompió el silencio.

Una anciana le habló de un joven que había visto, cuya tristeza era tan profunda como la misma noche. Indicó una dirección, y Sofía, con el corazón lleno de esperanza, se lanzó hacia adelante, sin dejar que ni siquiera la lluvia que comenzaba a caer del cielo amenazante la detuviera.

El sendero la guio hasta la entrada del parque, donde la oscuridad era tan densa que apenas podía distinguir lo que la rodeaba. Con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, avanzaba, llamando el nombre de su amado con desesperación. Sus palabras se desvanecían en el aire, llenas de angustia y anhelo, mientras buscaba impacientemente cualquier rastro de él en la noche.

—Solo necesito encontrarte —murmuraba Sofía al viento, con su voz cargada de ansiedad y desesperación.

Cada palabra parecía desaparecer en la noche, como una petición sin respuesta que se perdía en la vastedad del espacio oscuro. A pesar de sus gritos, el eco de su voz resonaba en el silencio, sin obtener ninguna respuesta.

—Alex, ¿Dónde estás?" —repetía una y otra vez, con el eco de sus pasos resonando en el vacío del parque solitario.

El cielo, que hasta entonces había permanecido totalmente tranquilo, respondió a su llamado con un estruendo ensordecedor. Un rayo brillante iluminó el parque por un instante, revelando la silueta de su amado en el columpio.

En ese destello fugaz, Sofía sintió cómo su corazón se desgarraba en mil pedazos. Sin detenerse a pensar, corrió con todas sus fuerzas hacia el cuerpo suspendido, impulsada por la desesperación y el miedo que la envolvía.

—¡Por favor, quédate conmigo, quédate aquí! —gritó Sofía con voz temblorosa, mientras sus manos luchaban por liberar a su amado de las cadenas que lo aprisionaban.

Cada movimiento era una batalla contra el tiempo y la desesperación que amenazaba con abrumarla por completo.

Las cadenas mordían su piel, dejando surcos de sangre a su paso, pero ella seguía adelante sin vacilar. La desesperación la estaba consumiendo, pero su determinación era inquebrantable. Cuando las sombras amenazaban con engullirla, el cuerpo de Alejandro quedó suspendido en el aire, liberándolo de su tormento.

Al voltearse, Sofía se encontró con el rostro desgarrado de su madre, cuyos ojos estaban llenos de lágrimas.

—No te vayas, por favor, quédate —suplicó la madre, con una voz llena de dolor.

Madre e hija trabajaron frenéticamente para liberar al joven de la prisión en la que estaba atrapado. La madre colocó con cuidado, pero con premura, el cuerpo en el suelo, mientras sus manos se movían con frenesí, revisando los signos vitales de Alejandro. Sofía se encontraba aturdida, sin saber qué hacer. La desesperación y el miedo finalmente la golpearon, dejándola en un estado de shock paralizante. Las lágrimas fluían de sus ojos como un torrente desbocado, sin encontrar restricciones.

Cuando vio a su madre colocar las manos sobre el pecho de su amado, sintió un vacío en su interior. La angustia se reflejaba en los ojos de su madre, quien comenzó a realizarle respiración cardiopulmonar una y otra vez, aferrándose a la esperanza de revivirlo.

—P-por favor, quédate —suplicaba Sofía en un susurro desgarrador, mientras la desesperanza la envolvía por completo.

La tormenta se aproximaba rápidamente, sus sonidos ensordecedores retumbaban como el rugir de una bestia hambrienta. El cielo se oscurecía con nubes densas y pesadas, como si un manto negro cubriera la tierra. La lluvia caía con fuerza, golpeando el suelo con un constante tamborileo, como si el cielo estuviera llorando.

La luna, normalmente brillante y radiante, se escondía tímidamente detrás de las nubes, como si temiera presenciar la tristeza que se cernía. En ese instante, Sofía sintió cómo la verdad se revelaba ante ella como un destello repentino en la oscuridad. A pesar de haber tomado un camino diferente, había llegado al mismo destino inevitable. La realidad la golpeó como una ola poderosa, derribándola hasta hacerla caer de rodillas sobre el suelo empapado.

Las lágrimas que rodaban por sus mejillas se confundían con las gotas de lluvia que caían sin pausa sobre su rostro. Cada una de esas gotas parecía llevar consigo un trozo de su dolor y desesperación, mezclándose con sus lágrimas en una amalgama amarga y salada.

Sofía se sintió abrumada por una oleada de impotencia y desesperanza que la invadió. A pesar de todos sus esfuerzos, se encontraba de nuevo en el mismo punto de partida, enfrentando la misma realidad desgarradora de la que había intentado huir.

La madre, preocupada por la emergencia que enfrentaban, se volcó hacia su hija, quien parecía estar en estado de shock.

—¡Sofía, por el amor de Dios, llama a emergencias ahora mismo! —dijo con una voz llena de preocupación y desesperación que resonó con fuerza.

El grito de su madre la sacudió. A pesar de su aturdimiento, un instinto urgente se apoderó de ella. Con manos temblorosas, intentaba sacar frenéticamente su teléfono. Cada segundo que pasaba se sentía como una eternidad, y la presión en su pecho se intensificaba con cada latido de su corazón.

Finalmente, lo sacó y marcó el número de emergencias con dedos torpes. El sonido del tono de marcado parecía retumbar, llenando el tenso silencio mientras esperaba ansiosamente que alguien respondiera al otro lado de la línea. Cada latido de su corazón resonaba en sus oídos, y su respiración agitada llenaba el aire tenso mientras luchaba por mantener la compostura en medio de la emergencia que se desarrollaba ante sus ojos.

La lluvia caía implacable, empapando cada rincón como si el cielo estuviera llorando un lamento interminable. El frío penetraba como una hoja afilada, desafiando incluso a los más valientes a mantenerse firmes en medio de la tormenta. En este paisaje desolador, la madre se aferraba al cuerpo inerte de Alejandro, sus mejillas empapadas por lágrimas que se confundían con las gotas de lluvia que descendían del cielo.

Sofía, paralizada por la tragedia que se desplegaba ante sus ojos, permanecía frente a ellos, su cuerpo tembloroso tanto por el frío como por el miedo. El parque, usualmente colmado de risas y juegos, ahora estaba sumido en una atmósfera sombría y desgarradora, mientras las luces parpadeantes de la ambulancia comenzaban a iluminar el entorno con destellos intermitentes.

Dos hombres descendieron apresuradamente del vehículo de emergencia, moviéndose con una celeridad que desafiaba al tiempo mismo. Uno de ellos se aproximó velozmente al cuerpo de Alejandro, mientras el otro desplegaba una camilla con movimientos expertos y decididos. Sin perder un instante, levantaron el cuerpo y lo colocaron con cuidado en la camilla, mientras la madre de Sofía los seguía con ojos colmados de angustia y desesperación.

—¡Sofía, vuelve a casa y dile a tu padre lo que ha sucedido! Cuando tenga tiempo, me comunicaré con ustedes —dijo la madre con una voz cargada de dolor y preocupación, mientras las puertas de la ambulancia se cerraban con un sonido sordo y el vehículo se alejaba en la distancia.

Sofía se quedó inmóvil, observando cómo la ambulancia se alejaba con su madre y Alejandro a bordo. El sonido de las sirenas se desvaneció lentamente en la distancia, dejando un silencio abrumador en su estela. Con el corazón en un puño y las lágrimas nublando su vista, comenzó a caminar de regreso a casa, con pasos lentos al principio, pero luego se convirtieron en una carrera desesperada.

Después de una carrera frenética bajo la lluvia torrencial, llegó a casa con el corazón golpeándole el pecho con fuerza. Empujó la puerta con ansiedad y entró rápidamente. Su padre y su hermana estaban sentados en el sofá de la sala, con expresiones sombrías y ojos llenos de preocupación.

Al ver a Sofía entrar, se levantaron de un salto, sus rostros expectantes y angustiados, esperando desesperadamente alguna noticia.

Sofía comenzó a contar lo que había sucedido, cada palabra que salía de sus labios parecía pesar toneladas sobre el ambiente ya cargado de tristeza. Los hombros de su padre se hundieron lentamente, sus ojos reflejaban incredulidad y dolor mientras escuchaba atentamente las palabras de su hija. Laura, apenas podía contener el sollozo, con una mano se cubría la boca mientras las lágrimas se derramaban por sus mejillas.

Las palabras de Sofía resonaron con un golpe profundo, llevando consigo una verdad dolorosa que ninguno de ellos quería enfrentar. Laura, en un gesto de desesperación, se levantó del sofá y corrió hacia su habitación, incapaz de soportar la angustia del momento. Mientras tanto, el padre cayó lentamente de vuelta en el sofá, sintiendo cómo todas las emociones se empezaban a acumular. La noticia que su hija acababa de traerles era demasiado abrumadora para procesar de inmediato, y quedó allí, sumido en un mar de pensamientos y emociones, tratando de entender cómo todo había llegado a ese punto.

Después de compartir la impactante noticia con su familia, Sofía se sintió abrumada por la angustia y la frustración. Sin decir una palabra más, se apresuró hacia su habitación, sintiendo el peso de cada paso mientras subía las escaleras. Al llegar, se dirigió directamente a un rincón donde reposaba una caja que contenía los restos del espejo roto. Con manos temblorosas, agarró el espejo del marco con fuerza, sintiendo el frío de la madera rota contra su piel.

Miró fijamente los fragmentos del espejo, que solo podían reflejar una imagen distorsionada de su propio rostro. La desesperación la invadió mientras las lágrimas comenzaban a empañar su vista.

—Me diste otra oportunidad —murmuró con voz temblorosa, mirando fijamente su reflejo fragmentado—. Hice todo lo que pude para cambiar las cosas, pero todo terminó igual.

Sus palabras resonaron en su habitación, cargadas de dolor y desesperación. Con el corazón destrozado, se arrodilló frente a los restos del espejo, sintiendo cómo la tristeza la envolvía por completo.

—Por favor —suplicó con voz entrecortada, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas—. Haz que todo esté bien. Te lo ruego.

Su reflejo permaneció inmutable, aún estaba de pie en el otro lado del espejo, como si tuviera vida propia. De repente, una sonrisa se dibujó en su rostro distorsionado.

En un instante, todas las emociones que habían estado revoloteando en el corazón de Sofía se unieron en una ola abrumadora que la arrastró hacia abajo. Sin previo aviso, se rindió ante el peso de esos sentimientos, y su cuerpo se desplomó en el suelo. Yació allí, vulnerable y exhausta, mientras su reflejo distorsionado en los fragmentos del espejo parecía observarla con una sonrisa en el rostro.

La habitación estaba envuelta en un silencio pesado, roto solo por el sonido de la lluvia golpeando las ventanas. El reflejo de Sofía en el espejo parecía casi irreconocible, fragmentado en pedazos que no lograban capturar la totalidad de su ser. La sonrisa en el rostro distorsionado del reflejo parecía inexplicable, como si el propio espejo intentara transmitir un mensaje en medio de la oscuridad.

Scroll al inicio